martes, 27 de febrero de 2024

La palabra penumbra


 

Aunque puede asociarse al intervalo que precede al alba, la penumbra no nos sugiere el amanecer, sino la caída del sol, la huida. 


Mientras estudio Latín e intento terminar el último trabajo práctico, me detengo en una pregunta que me interesa. En realidad, las preguntas son tres, pero el tema al que se refieren coincide: "¿Cuál es la etimología de la palabra penumbra, a qué momento del día esta palabra se aplica y por qué?". Las líneas que siguen, consistentes aunque no exhaustivas, proceden de ahí. 

Dice el Diccionario de la lengua española que penumbra es ‘una sombra débil entre la luz y la oscuridad, que no deja percibir dónde empieza la una o acaba la otra’. La componen las palabras latinas paene ‘casi’ y umbra ‘sombra’. La penumbra es entonces una especie de aproximada, de inminente oscuridad. Aunque puede asociarse al intervalo que precede al alba, la penumbra no nos sugiere el amanecer, sino la caída del sol, la huida. En ese declive o limbo tenebroso, la oscuridad crece y nos adentra, plenos, en la noche.

En Fervor de Buenos Aires, libro que Jorge Luis Borges publica en 1923, la palabra penumbra y las voces que la rodean o con las que se emparenta evocan el atardecer: lo describen, lo celebran.


Las calles de Buenos Aires

ya son mi entraña

No las ávidas calles,

incómodas de turba y ajetreo,

sino las calles desganadas del barrio,

casi invisibles de habituales

enternecidas de penumbra y de ocaso.

(poema “Las calles”, que abre el volumen)

 

Aparece nuevamente ese espacio de recogimiento simbólico u hora solemne de la vida en las primeras líneas del poema “Calle desconocida”.

 

Penumbra de la paloma

llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde¹

cuando la sombra no entorpece los pasos

y la venida de la noche se advierte

como una música esperada y antigua,

como un grato declive.

 

“¡Oh, noche! ¡Oh, refrescantes tinieblas! Sois para mí la señal de una fiesta interior y la liberación de una angustia. […]. Crepúsculo, qué dulce eres y qué tierno”, coincide Baudelaire en El spleen de París, según la traducción de Margarita Michelena. Y en sus Cantos órficos, Dino Campana, traducido por Victoria Montemayor, añade: “La luz del crepúsculo se atenúa: / Para los espíritus inquietos dulce son las tinieblas”.


Borges también alude a la penumbra, aunque en forma de metáfora, al hablar de su ceguera. Es 1959, y en el Poema de los dones, uno de sus poemas más recordados dice:


           Lento en mi sombra, la penumbra hueca

exploro con el báculo indeciso,

yo, que me figuraba el Paraíso

bajo la especie de una biblioteca.


Vuelve sobre el tema diez años después al escribir Elogio de la sombra. A diferencia de lo que sucede en el poema anterior, Borges insinúa haber alcanzado aquí el tiempo de la dicha y la sabiduría.

 

Esta penumbra es lenta y no duele;

fluye por un manso declive

y se parece a la eternidad.

Mis amigos no tienen cara,

las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,

las esquinas pueden ser otras

no hay letras en las páginas de los libros.

Todo esto debería atemorizarme,

pero es una dulzura, un regreso.

En su conferencia “La ceguera”, que integra el volumen Siete Noches (1980), continua: “… pero en el caso mío, ese lento crepúsculo empezó (esa lenta pérdida de la vista) cuando empecé a ver. Se ha extendido desde 1899 sin momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio siglo”.

Volviendo a las preguntas iniciales, la penumbra (en sentido figurado o no) no es tanto el intervalo que preludia una supuesta claridad, sino el entreacto que antecede a la caída, al paulatino paso hacia la noche.

El Diccionario Vox Latín - Español parece ratificarlo en una de las acepciones del término umbra. ‘Oscuridad de la noche’, indica.

Algo curioso ocurre, sin embargo, en el siguiente verso del poema “Afterglow”, presente también en Fervor:

Siempre es conmovedor el ocaso

por indigente o charro que sea,

pero más conmovedor todavía

es aquel brillo desesperado y final

que herrumbra la llanura

cuando el sol último se ha hundido.

 

El vocablo herrumbra (forma de la tercera persona del singular del presente del indicativo activo del verbo herrumbrar, que no tiene nada que ver con la sombra) configura, en las dos últimas sílabas, “umbra”. Si bien no hay rastro de sombra en herrumbrar, no nos animaríamos a decir que Borges haya escogido el verbo al azar. Por lo demás, según él, penumbra es una de las diez palabras más bellas de la lengua castellana. Lo confirma Esteban Peicovich en su libro Poemas plagiados.


            EL PALABRISTA


            Sándalo

            Jacarandá

            Penumbra

            Cristal

            Sombra

            Anhelar

            Runa

            Arena

            Hexámetro

            Ámbar 


            (Las diez palabras más bellas de la lengua castellana según Borges)


¹ Respecto de la inexactitud de los primeros versos de “Calle desconocida”, Borges hace una aclaración en la edición de sus Obras completas. Dice: «Es inexacta la notica de los primeros versos. De Quincey anota que, según la nomenclatura judía, la penumbra del alba tiene el nombre de penumbra de la paloma; la del atardecer, del cuervo».

(texto publicado en la revista Hablar de Poesía)