«El secreto para que no te apunés es el estómago vacío, Soledad. Y líquido, líquido. Por ahí, te podés llevar unas galletitas de agua. Pero vos
olvidate de eso, Sole, olvidate, no te va a pasar nada. Es hermoso. Cuando
salís de Purmamarca, todos esos cerros de azufre, espectacular. Después, cuando
empezás a subir la Cuesta
de Lipán… Calculá, vos empezás a subir, vas viendo la Cuesta … Nooo, eso no tiene
precio. Llegás a los 4170
metros; ahí tenés que sacar fotos. Después bajás a las Salinas Grandes. Es hermoso, Sole. Vale la pena como de acá a la China. Pero te
aconsejo: tratá de ir con el estómago vacío. Claro, si yo me como cuatro platos
de locro, me tomo dos vinos y después me hago una coqueada, voy a sentir una
mejoría, porque es digestiva y adictiva la coca. Adictiva para
el que se acostumbra, ¿viste? Pero no sirve para la altura. Eso yo lo
aprendí con un guía peruano que estaba dando un curso hace muchos años. Él ha
dicho "La coca no es para la puna". Aparte es más fiera que yo la coca. Vos acordate,
mamita, el estómago vacío. Ese es el secreto: es-tó-ma-go-va-cí-o».
(palabra de Tito, el taxista jujeño que me llevó desde el aeropuerto de
San Salvador de Jujuy hasta centro de la ciudad, un día de agosto de 2012)
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