A Fellini no le gustaba volver a Rímini, pero finalmente volvió. Y acá está, en el panteón familiar, en una tumba con forma de nave que viaja a través del
tiempo y que, al decir de su autor, el escultor italiano Arnaldo
Pomodoro, representa, a la vez, la grandeza y la gloria de la obra del cineasta. Me acerco, le dejo flores. “Si son para Fellini —me dijo, minutos antes, el florista—, que sean rojas".
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© María Soledad Pereira |
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