@Lisboa, março 2020
Visito Lisboa desde hace
casi dos décadas. Fui por primera vez en el año 2000 en un viaje en el conocí
también el pueblo de mi padre, en la Beira Alta. Volví a la capital de Portugal
al año siguiente, y en 2003, ya decidida, me instalé por un tiempo para
estudiar lengua y cultura portuguesas. Estudiaba en la Universidad Nova de
Lisboa y vivía en la Ajuda, un barrio
de calles encaramadas y algo laberínticas, en un departamento de dos plantas
que compartía con otras tres estudiantes. Desde la sala de estar,
podía ver, imponentes, el Puente 25 de Abril y el Tajo infinito. Regresé a
Argentina a fines del 2003 y, desde entonces, cada vez que
puedo vuelvo a Lisboa para matar saudades.
La fadista Mísia
acierta cuando dice que la saudade es como la presencia de una
ausencia. “No es un sentimiento negativo —aclara— sino algo creativo de eterno
retorno, algo como un vacío lleno de memoria”.
“…cuanto más lejos siento
el pasado/ la saudade más cerca siento”, escribió Pessoa.
Fue durante aquella época
de estudiante en Lisboa cuando empecé a leer con más detenimiento la obra del
poeta portugués y cuando aprendí mucho de lo que sé de él que es, en general,
considerando lo huidizo y enigmático de su carácter, lo mismo que todos saben.
En su ensayo El desconocido de sí mismo Octavio Paz dijo: “Su secreto
está escrito en su nombre: Pessoa en portugués quiere decir ‘persona’ y viene del latín persona, máscara de los actores romanos.
Máscara, personaje de ficción, ninguno: Pessoa. Su historia podría reducirse al
tránsito entre la irrealidad de su vida cotidiana y la realidad de sus
ficciones”.
Pessoa resumió lo
anterior diciendo: “Me he multiplicado para sentirme”. Y selló el
dramatismo de su personalidad a través de una de sus máximas creaciones: los
heterónimos —Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis, entre otros—, más
de cien autores ficticios, álter egos del poeta, dotados de una biografía, una
manera de pensar y un discurso capaces de dialogar, contradecir y hasta juzgar
a su propio creador, Pessoa, el ortónimo, el primer lector de sus ficciones.
“Así —continua Paz—, no es inútil
recordar los hechos más salientes de su vida, a condición de saber que se trata
de las huellas de una sombra. El verdadero Pessoa es otro”.
Entre esos hechos
salientes, menciono algunos: su nacimiento en Lisboa, en 1888; la muerte de su
padre cinco años después; las segundas nupcias de su madre con el cónsul
portugués en Durban; su mudanza al país africano; su educación inglesa y el
regreso definitivo a Portugal, en 1905, veintitrés años antes de que, al otro
lado del Atlántico, naciera un tal Juan Antonio Bucich.
(fragmento de "El rastro de los libros", texto publicado en la revista El Malpensante)