domingo, 8 de marzo de 2020

Pessoa

                                                                @Lisboa, março 2020

Visito Lisboa desde hace casi dos décadas. Fui por primera vez en el año 2000 en un viaje en el conocí también el pueblo de mi padre, en la Beira Alta. Volví a la capital de Portugal al año siguiente, y en 2003, ya decidida, me instalé por un tiempo para estudiar lengua y cultura portuguesas. Estudiaba en la Universidad Nova de Lisboa y vivía en la Ajuda, un barrio de calles encaramadas y algo laberínticas, en un departamento de dos plantas que compartía con otras tres estudiantes. Desde la sala de estar, podía ver, imponentes, el Puente 25 de Abril y el Tajo infinito. Regresé a Argentina a fines del 2003 y, desde entonces, cada vez que puedo vuelvo a Lisboa para matar saudades.
La fadista Mísia acierta cuando dice que la saudade es como la presencia de una ausencia. “No es un sentimiento negativo aclara sino algo creativo de eterno retorno, algo como un vacío lleno de memoria”.
“…cuanto más lejos siento el pasado/ la saudade más cerca siento”, escribió Pessoa.
Fue durante aquella época de estudiante en Lisboa cuando empecé a leer con más detenimiento la obra del poeta portugués y cuando aprendí mucho de lo que sé de él que es, en general, considerando lo huidizo y enigmático de su carácter, lo mismo que todos saben. En su ensayo El desconocido de sí mismo Octavio Paz dijo: “Su secreto está escrito en su nombre: Pessoa en portugués quiere decir ‘persona’ y viene del latín persona, máscara de los actores romanos. Máscara, personaje de ficción, ninguno: Pessoa. Su historia podría reducirse al tránsito entre la irrealidad de su vida cotidiana y la realidad de sus ficciones”.
Pessoa resumió lo anterior diciendo: “Me he multiplicado para sentirme”. Y selló el dramatismo de su personalidad a través de una de sus máximas creaciones: los heterónimos —Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis, entre otros—, más de cien autores ficticios, álter egos del poeta, dotados de una biografía, una manera de pensar y un discurso capaces de dialogar, contradecir y hasta juzgar a su propio creador, Pessoa, el ortónimo, el primer lector de sus ficciones.
“Así continua Paz—, no es inútil recordar los hechos más salientes de su vida, a condición de saber que se trata de las huellas de una sombra. El verdadero Pessoa es otro”.
Entre esos hechos salientes, menciono algunos: su nacimiento en Lisboa, en 1888; la muerte de su padre cinco años después; las segundas nupcias de su madre con el cónsul portugués en Durban; su mudanza al país africano; su educación inglesa y el regreso definitivo a Portugal, en 1905, veintitrés años antes de que, al otro lado del Atlántico, naciera un tal Juan Antonio Bucich.

(fragmento de "El rastro de los libros", texto publicado en la revista El Malpensante)

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